viernes, 20 de agosto de 2010

Un plan desesperado de la Liga

Estaba sentado en la banqueta. Un perro pasó lentamente, cargando todo el peso de la evolución, preguntándose sobre qué había tenido que pasar para que sus antepasados salieran del agua y dejaran de caminar cerca del piso, ahora caminaba lejos del piso y estaba más cerca del cielo, pero era igual de infeliz. Un carro estacionado brillaba al sol y mientras calculaba el poco tiempo que le quedaba a él y a sus compañeros a base de combustión interna. Un niño de tres años decía claramente lo inoportuno que había sido su nacimiento justo después del divorcio de sus padres, además, él crecería con las mismas ilusiones que le sugerirían sus carencias a lo largo de toda su vida, quizá tuviera unos cinco hijos y a ninguno abandonaría a su suerte, asaría carne los domingos y tomaría cerveza con sus compadres mientras sus ahijados y sus hijos jugaban en un jardín con columpios. Tres yonquis que esperaban el colectivo hablaban de lo natural que eran los estados alterados de conciencia en el mundo salvaje porque “en un programa de animales” –decía uno de ellos- “pasaron que hay unos animalitos que se drogan con la ponzoña de los ciempiés”. Todo tenía respuesta, también la mancha carmín en el cuello de la camisa de tipo que acaba de pasar dejando su aroma etílico. Nada de lo que veía sentado en la banqueta mientras fumaba era un sinsentido, todo tenía respuesta, todo el mundo era una complicada trama hermenéutica llena de sentido y significado. Hacía días que hablaba cada vez menos, el sentido y significado de las cosas lo abrumaban, lo acosaban día y noche, en vigilia y en sueño, borracho y sobrio, todo ese asqueroso sentido, todas las nauseabundas respuestas del mundo le recordaban al famoso obsesivo francés que, en una biblioteca parisina, intentaba leer todos los libros en orden alfabético, seguramente también él pensaba que todo tenía respuesta, todo, quizá no la respuesta correcta pero finalmente era una respuesta. Los últimos días había estado en el verdadero mundo de los sueños, de donde proviene el sentido, luchando contra el enano maldito; ahora, cansado y sin ánimo, asqueado de sentido y de tantas respuestas absurdas y correctas, se inclinaba cada vez más a pensar que finalmente el enano había ganado la batalla. Quizá era el fin de la liga de la Kaguama. Quizá era hora de acabar con la anarquía lingüística, de seguir las normas morales, escuchar los programas sobre salud, hacer caso de los consejos de la gente de experiencia, comer sanamente, dejar las adicciones y empezar a tomar en serio a la vida, trabajar duramente y hacer un patrimonio, casarse, tener dos hijos para no promover la explotación demográfica, educarlos bajo los más puros preceptos cristianos y leerles un cuento por las noches con una moraleja edificante, orar antes de comer, leer tres páginas de un manual de urbanidad y buenas maneras después de comer, crecerían bajo la tutela estricta de padre y madre que predicarían por sobre todo con el ejemplo, estudiarían en una escuela pública pero de la manera más seria, se les inculcaría desde pequeños los valores cívicos y patrios que hacen de las personas buenos ciudadanos y buenos vecinos, estudiarían leyes o medicina porque son las profesiones más respetables, o quizá administración, y como parte integral de su educación se establecería en casa un código de conducta y reglas que exigieran la observancia estricta y rigurosa de una escala de valores previamente discutida con cuidado por el padre y la madre, un hermoso perro labrador jugaría con los niños cuando los padres estuvieran ocupados, y pasearían en los periodos vacacionales visitando a los familiares cercanos para promover en los niños la necesidad social de la unidad familiar. Después de todo, eran el tipo de respuestas que el mundo esperaba. La liga de la Kaguama había salvado innumerables ocasiones al mundo, lo triste era que ahora no podía salvarse a sí misma. Habían juzgado mal a los argentinos. Parecían un pueblo desgraciado, sin raíces culturales afianzadas, hijos de los asesinos de los pobladores originales de su usurpada tierra, con legados guajiros de Europa sin ser europeos, viviendo en América, en el culo de América, sin sentirse americanos, pero parecían felices con su fútbol y con un obeso drogadicto al que le levantaban templos. Quizá la liga de la Kaguama se había sobreestimado a sí misma. Quizá no eran otra cosa que una versión estrambótica del CGH con ideales más refinados y con menos hipocresía. Kaguaman en una banqueta asqueado del sentido y significado, cansado de tantas respuestas correctas y absurdas, era fiel testigo de la victoria del enano maldito.

Siguió sentado otras dos horas mirando el ir y venir del significado, cuando se detuvo un tipo joven muy desaliñado y le pidió un cigarro, Kaguaman se lo extendió y con él una flama para prenderlo, el tipo lo encendió le dio dos fumadas y se lo regresó “no me gusto” le dijo, y se fue. Tras una breve reflexión Kaguaman resolvió que ahí estaba otra respuesta, en el yo afirmado con una negación. Era la única vía para no darse un tiro. “No me gustó”, “no quiero”, eran las premisas básicas de supervivencia en este mundo. Pensaba cuando lo asaltó una nueva pregunta que exigía pronta respuesta: ¿y si el enano no fue en realidad un verdadero enemigo? ¿y si sólo fue una terapia racional emotiva endógena, es decir, si era un mecanismo de defensa inconciente de mi propio yo para mostrarme lo absurdo que era el mundo? Era peligroso responder la pregunta de manera afirmativa, pero finalmente, la vida estaba llena de preguntas idiotas con respuestas mediocres. Haya sido lo que haya sido el enano, hizo pensar a Kaguaman que si realmente no existía algo absoluto, y el mundo estaba plagado de respuestas absurdas, entonces la liga de la Kaguama responderá sus propias respuestas bajo su total y absoluto criterio y ánimo, es decir, bajo las reglas de Humpy Dumpy, porque la liga de la Kaguama no quiere y no le gustan las respuestas de los demás, más o menos absurdas pero serán respuestas propias. De inmediato Kaguaman trazó un plan de emergencia para salvar a la liga de la Kaguama que a continuación transcribo:

“A los miembros activos y honorarios de la liga de la Kaguama:

En vista de la luchas contínuas y desgastantes con nuestro peor enemigo, es decir, el enano revienta-huevos urde la necesidad de implementar un plan estratégico y definitivo de emergencia que, de ser llevado a cabo al pie de la letra acabará con nuestro enemigo, sin embargo, cualquier desviación ligera del plan, dará como resultado sino el fin de la liga de la Kaguama, por lo menos la denigración en la categoría ontológica del miembro que desacate la estrategia, es decir, el enano no perdonará al que no ataque con toda su fuerza y lo dejará en categoría de nadie, como había pasado a Kaguatrón. Es tiempo de que el que no se sienta capaz de tan encarnizada lucha dimita y pase al refugio de las mujeres y lo niños. El plan consistirá en los siguientes puntos:

  • Echarse mínimo un pisto diario por lo menos durante una semana.
  • Chulear a la panadera y a la tamalera de la esquina.
  • Orinar, en estado de ebriedad, una patrulla.
  • Llamarle a la piel en turno para decirle que no vas a llegar porque estas pisteando con unos cuates.
  • Decir las acostumbradas treinta pendejadas por minuto dos veces a la semana en público.
  • Decir no menos de seis groserías en presencia de personas respetables y niños.
  • Decirle a una morra que sólo te late para un coto, aventarse el coto y darle las gracias.
  • Llegar tres veces seguidas crudo a ver a tu morra.
  • Y bajo ninguna circunstancia deberán casarse en los próximos ocho meses, hasta que la liga de la Kaguama se estabilice.

Las medidas anteriores son el contrapeso y solución a los problemas actuales de la liga y todos los miembros son libres de elegir tomar o no las medidas, bajo su propia responsabilidad. Esperemos que la liga siga a salvo.”

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