viernes, 20 de agosto de 2010

La historia de un amor encontrado y luego perdido

Ahorcado

Era 2 de diciembre, se levantó al baño, pasó por la sala y de regreso vio un pequeño bulto junto al árbol de navidad se acercó, lo olisqueó, y dijo en idioma kaguapatense: “chale el animal de Santa Claus se adelantó otra vez, y para colmo otra vez trajo un inche nenuco.” Le llamaron Adrián. Al año de nacido tenía las mejillas más rosadas que Pin-pon el muñeco de cartón. El secreto de esa característica era que cuando su mamá se distraía de la mamila del Chapetes, el Kaguapato, su hermano, le sustituía la leche por pulque. Cuando el niño tenía cuatro años ya se tomaba una caguama en dos sorbos, claro, después de sus chococrispis. A los seis años tuvo su primera novia, pero la dejó porque el mismo decía que era muy posesiva y que no lo dejaba ir a tomar con sus amigos. El Chapetes, es decir, Adrián creció bajo la tutela del Kaguapato y aprendió todas las artes ocultas de la liga de la Kaguama, de la cual era miembro honorario. Escupía más lejos que cualquiera de sus amigos: en una distancia horizontal a más de tres metros y con la boca seca, en una distancia vertical brincaba el cable del poste de teléfono y el escupitajo le caía completo en su boca para masticarlo de nuevo, o en su ojo cuando jugaba a que se estaba volviendo el hombre verde. También tenía la capacidad de un tanque de 20 litros de cerveza y la fuerza de un motor de 5 caballos de fuerza cuando había que vomitar los mismos 20 litros. En reuniones secretas con los charangueros del mal aprendió a bailar extrañas danzas africanas, guaracha, quebradita y hasta rock and roll, estopa en mano. Siempre tenía dos opciones a cualquier fiesta a la que fuera: una, tomar alcohol hasta que se llenara el tanque de 20 litros, dos, bailar como trompo con las mejores pieles del evento, y lo curioso es que siempre tomaba las dos opciones. Su hermano Kaguapato le enseñó a tomar partido de sus propias cualidades. Su voz, sin lugar a dudas era una de sus cualidades más peculiares, porque cuando hablaba parecía un niño bueno, dulce, tierno, lindo, educado, hasta parecía que recién le estaban saliendo sus primeros pelitos, sin saber nadie más que él y los que lo conocíamos la clase de alimaña que era. Parrandero, borracho, jugador y enamorado, eran sus segundos nombres, y Chapetes, claro está. Sin embargo, el muchacho estudiaba, dos o tres veces a la semana, pero, por lo menos estaba inscrito, en un CONALEP, por cierto. Era una de esas escuelas para que los que no son borrachos lo sean, y los que ya lo son, lo sean más, así que Adrián se sentía como pez en el agua. Pero el destino le quería jugar una broma macabra.

Adrián tenía un cuate que le decían el Vaca y una de tantas veces que se volaron Métodos de Investigación y todas las demás materias le dijo el Vaca:

- Vente carnal te voy a presentar una piel, está bien sabritas.

- Va –sintió Adrián.

- Sandra te presento al Chapetes, perdón Adrián –dijo el Vaca cuando llegaron con la susodicha piel.

- Mucho gusto nena te invito a una fiesta –de inmediato se lanzó Adrián.

- Muchas gracias pero no puedo porque hoy es veinte de junio –dijo Sandra.

- ¿Y tiene la fecha algo de especial? –preguntó Adrián.

- Bueno te voy a decir la verdad, es que no quiero porque por ahí se dicen cosas muy malas de ti, como que te pones tu propias escupidas en los ojos, o que tomas más cerveza que Homero Simpson, y prefiero conocerte como a las víboras de cascabel, detrás de una vitrina.

Adrián quedó tan decepcionado de su derrota como galán que tuvo que ahogar sus penas en mujeres, alcohol y rock and roll, en realidad era lo que solía hacer siempre estuviera decepcionado o no. Sin embargo se propuso invitar a salir de nuevo a la bella Sandy, y el 11 de septiembre le llamó y le dijo:

- Hola Sandy.

- Hola, ¿quién habla? –contestó Sandy al teléfono.

- Soy Adrián, te llamo para invitarte un café, quiero platicar contigo –dijo Adrián con su voz más decente.

- ¿Tomas café? Se me hace que más bien lo fumas ¿no? no te creo, además estoy ocupada –dijo Sandy en un tono un tanto frío.

- Por favor, te lo pido, si tomo café, no te quito mucho tiempo, dame la oportunidad de conocerte, sólo como amigos, lo prometo –imploró Adrián.

- Esta bien, pasa por mí… no, mejor te veo en La Pared a las seis –dijo Sandy y colgó.

Las mejillas de Adrián estaban más rosadas que nunca de alegría y de pulque porque después de dejar a Sandy en su casa se fue a celebrar que estaba enamorado.

- No ma… che Kaguaboy conocí al amor de mi vida, bonita, decente, buena onda bonitos ojos, sus manos, su cuerpo…

- Ya no mames che Adrián, casi-casi me describes a Isabel Madow –dijo Kaguaboy.

- Voy a salir con ella el martes y le voy a caer –dice Adrián.

- Le vas a caer gordo wey si llegas oliendo a pulque como ahorita, mejor ya duérmete un rato –ordenó Kaguaboy.

Adrián estaba enamorado y el martes decidió llevar a Sandy a su casa:

- Hola ¿te acompaño a tu casa? –preguntó Adrián.

- Va, pero carga mi mochila y no me abraces, ahhh, y además tengo sed y no me gusta el refresco –dijo Sandy dulcemente.

- Oye, te quiero decir algo pero… no sé… bueno… es que…–dijo Adrián titubeante.

- ¿Pesa mucho mi mochila? –preguntó Sandy.

- No, no es eso, bueno si pesa, pero es algo más importante pero… bueno ya te voy a decir…

- ¡Qué bueno porque ya llegamos a mi casa y tengo ganas de ir al baño!

- ¡Ejem! Bueno, este ¿quieres ser mi novia?

- No manches ¿por qué hasta ahorita lo dices? Te digo mañana porque me urge entrar al baño adiós –dijo Sandy mientras cerraba la puerta.

Adrián no durmió toda esa noche porque estaba enfermo del estómago por los 18 tacos que se comió del gusto que le dio que hubieran ganado las chivas en Guadalajara. Además también se sentía emocionado por lo de Sandy. Al otro día Adrián recibió el si. Y el viernes siguiente fueron a su luna de miel de novios en la Marquesa. Era el momento de la verdad, ya eran novios y tenía que saber cómo besaba, el escenario era como de una caricatura de Candy-Candy, grandes árboles se veían por la ventana y el viento movía sus copas, las hojas secas anunciando el otoño hacían ya una tenue alfombra en la tierra húmeda, el frío imploraba la cercanía de los cuerpos, Adrián caminó hacia ella, se tropezó y sin querer puso su mano en el lozano busto de ella, a lo que ella le dijo con suaves palabras:

- Órale wey no seas mañoso, si siquiera nos hemos besado.

- Lo siento, fue sin querer, justamente eso te iba a pedir, un beso ¿me puedes regalar un beso? –preguntó tímidamente Adrián.

- Bueno, pero sólo uno y en la mejilla –contestó Sandy.

- Esta bien chiquita ¿si te puedo decir chiquita? –volvió a preguntar Adrián.

- Ahhhh ¿si? A ver qué tal si yo te digo bebé ¿verdad que no te va a gustar? –inquirió Sandy.

- Como quieras Chiquita pero ¿me vas a dar el beso o no? –preguntó Adrián un tanto impaciente.

- Esta bien bebé, pero si me prometes que vas a ir a hablar con mi mamá –condicionó Sandy.

- ¿Tan prontooooo? si ni un beso te he dado –protestó Adrián.

- No me has dado un beso pero ya me agarras las bubies, ¿no? además decide y dime qué día, pero ya porque yo también tengo frío –dijo Sandy.

- Voy el lunes pero ya vente para acá chiquita…

- SMACKK!!!!!!!!!

Todo parecía bien hasta que un día Adrián le dijo a Sandy:

- Chiquita me voy a ir a E. U.

- Noooooooooo, no te vayas, por favor –dijo son el llanto en los ojos.

- Tengo que hacerlo pero te llamaré diario –dijo Adrián afligido.

- Esta bien amor, te escribiré una carta diaria –prometió Sandy.

El viaje duró dos meses, dos largos meses de promesas inciertas y pleitos de tres horas por teléfono. Y cuando Adrián tenía mucho que leer, para ser exactos, 50 cartas que ella le había escrito en su ausencia, y él pensó que si el amor de ella era tan grande como se capacidad de redacción entonces tenía ante ella a la mujer ideal, y decidió hacerla su esposa. La llamó el 11 de octubre y le dijo:

- Hola chiquita ¿cómo estas?

- Bien bebé, ahhhh qué lindo te acordaste! –dijo Sandy emocionada.

- Ahhhh, este si, claro que me acordé y sólo para ver si tu te acordaste bien, dime de qué chiquita –dijo Adrián confundido.

- Ayyyy bebé siempre tan bromista, mejor dime a ¿dónde me vas a invitar y cómo vamos a celebrar?

- Este, si, te voy a invitar a… este un café para que celebremos… este ¿cuatro años un mes de que se cayeron las Torres gemelas? –preguntó tímido Adrián.

- No, animal, un año un mes de que salimos por primera vez –dijo Sandy enfadada.

- Claro chiquita, no aguantas una broma, pero hoy no porque tengo algo de trabajo pero ¿qué te perece el sábado en un café acá por la avenida Tinacos?-preguntó Adrián.

- Claro bebé, ahí nos vemos.

Ese día, el sábado 15 de octubre de 2005 Adrián dejó de pertenecer a la liga de la Kaguama y pasó a ser de la larga fila de los felizmente condenados. El 15 de junio del año siguiente refrendó su compromiso entregándole a ella un anillo que se ganó jugando rayuela con el Kaguaboy. Desde entonces cada noche que extraña a Sandy sube a su azotea olfatea el aire y voltea a donde cree que está su amada y canta con el fervor de los enamorados “Suerte he tenido de conocerte… yo estaba triste en mi soledad… llegaste a mi vida como una paloma y me enseñaste de todo…”


Postscriptum de 2010: Adrián se ha soltado de la cuerda con que se colgó y ahora vive feliz con una nueva esposa.

Lili-ponte-al-pedo en el faje de la muerte

La increible y triste historia del faje de la muerte.

- Tu dime ¿nos vemos o no? –inquirió tímidamente Jorge.

- Como tu quieras –contestó su novia.

- Tu dime, porque si te digo que no puedo de todos modos insistes.

- ¿Y si puedes?

- Si puedo, tengo cosas que hacer pero puedo arreglármelas.

- Parece que te pesara mucho verme –contestó Lili con voz un tanto afligida.

- No empecemos, es muy temprano –contestó Jorge con enfado.

- ¿Tienes alguna hora en especial para arreglar nuestras cosas o chocan también con tus múltiples quehaceres?

- Sólo te pregunte si querías que nos viéramos o no.

- Sabes perfectamente que yo siempre te quiero ver, pero parece que tu a mí no, por lo que se ve.

- No lo diré de nuevo, en caso de que te de la gana que nos veamos sin que me preguntes nada más, solo dime la hora y el lugar.

- ¿Por qué no mejor le llamas a tus amigos y se van a emborrachar como todos los fines de semana? Tu crees que no me doy cuenta pero pones más pretextos que mi padre –dijo Lilia a bordo de la histeria.

- No me compares con tu padre, yo todavía no me caso –dijo él secamente.

- ¡Eres peor! ¿Por qué no me haces un favor y te vas a la mierda? –colgó el auricular.

El fin de semana ya estaba libre, inhaló con pesadumbre y cuando iba a tomar otra vez el auricular para marcar volvió a sonar el aparato:

- Bueno…

- Esto no puede seguir así ¿por qué eres así conmigo? ¿Ya no quieres estar conmigo?

- Si eso fuera yo te lo didría Lili, mira te voy a pedir un favor: relájate, tengo resaca y me duele la cabeza, tengo que ir al baño, solo dime si nos vemos o no –dijo Jorge en tono de sincera gravedad.

- Está bien, te voy a hacer el favor de dejarte en paz, si tu me haces uno.

- Ok, dime.

- Vete a la mierda –colgó.

Confirmado, fin de semana libre, aunque no veía claro qué hacer, con todo, Lili ocupaba la mayor parte de su tiempo y cuando tenía algo de tiempo libre se ponía triste y se aburría, tomó el auricular y marcó:

- ¿Pirra?

- El mismo ¿quién habla?

- Habla tu papá, mamón, ¿qué pedo? ¿chupas o disparas?

- ¿Qué tranza mi George, y ese milagrazo? ¿no me digas que te emputaste con tu vieja?

- Ella se pone al pedo, debería llamarse “Lili Pontealpedo”.

- Esta bien mi George, usté que le gusta la mala vida, tan chido que es echar patrulla sin contratos.

- Pus ya ves ¿tons qué? ¿vas a Querétaro?

- Nel, voy a Taxco.

- Ya wey, ¿qué? ¿si o no?

- Va, te veo con el negro como en una media hora, no más echo una caca y me cambio.

- Va –colgó Jorge pensando que después de todo el fin de semana había empezado bien. Lili pontealpedo debería estar hecha un mar de llanto.

La cervecería del negro era un lugar pequeño de unas 4 mesas, las paredes estaban decoradas por fotos de la Revolución, una de las paredes tenía una de Zapata y Villa en la silla presidencial que hacía sentir menos miserables a los presentes, alguna otra plasmaba a un zapatista sentado almorzando un plato de frijoles y atole, la buena defición de la foto y el acercamiento permitía ver detalles de la cara del insurgente, era moreno quemado, de bigote muy negro y espeso, con una cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha hasta la ceja, sus ojos miraban directamente a la cámara al momento de la foto y eso daba el efecto de mirar fijamente a quien lo veía y parecía tener cara de: “te voy a chingar cabrón”. En las paredes del fondo había dos grafitis de tema prehispánico. Cuando Jorge llegó el Pirra ya estaba dentro:

- Ese Negro, échame una corona porfa –dijo Jorge.

- Ese mi George ¿te soltaron la cadena? –dijo el Negro mostrando los dienetes, lo único blanco que tenía.

- No, en realidad, logramos un acuerdo, y le estoy haciendo un favor –contestó Jorge con las pocas ganas que le sobraban.

- Déjame adivinar ¿te pidió que te vinieras a tomar unas cervezas con el Pirra? –preguntó el Negro.

- Si, pero sus palabras no fueron esas, lo que ella dijo fue: “vete a la mierda” y aquí estoy –contestó Jorge a media sonrisa.

- Gracias por hacernos compañía, ya te extrañábamos, este lugar no es lo mismo sin ti, ya no huele tan mal –dijo el Negro correspondiendo al comentario.

- No te emputes Negrito era broma.

- Cámara gordas, se les va a caer la matriz –gritó el Pirra desde la otra mesa.

- Llegaste antes –dijo Jorge.

- No mi George soy un holograma que te mandé por adelantado pa que no te desesperes –dijo el Pirra-. Quita tu cara ñero, tienes cara mil chaquetas. Mira, pasó el estopas y me dejó esto.

- No vayas a fumar aquí wey, luego se pone al pedo el Negro –dijo Jorge.

- No te digo cabrón, andas en pleno sangrado ¿trajiste las de alitas pa no mancharte? Es para tí wey, pa que te la fumes cuando quieras –dijo en tono festivo el Pirra. Oye wey, por cierto, como ya sabía que iba a andar con tu cara de pendejo le llamé a la Queta para que te haga un favor, o dos, o los que quieras.

- No mames ¿neta?

- A huevo, además le dije que se pusiera con las chelas, jejejejeje, en pocas palabras de estoy padrotiando carnal

- No mames ya ves cómo se pone la ruca wey, con más de tres chelas la última vez se mió afuera de su casa en frente de mí, con tal de que no me fuera no quiso entrar al baño de su casa –dijo Jorge-, no mames la soñé varias veces, soñaba que se encabronaba de que no le hacía caso y me amarraba y me orinaba la cara y para poder seguir orinando tomaba mucha cerveza caliente hasta ponerse borracha, y me insultaba y en cuanto volvía a tener ganas de orinar lo hacía en mi cara, y bailaba desnuda sobre mí y cuando tenía ganas de orinar se quedaba quieta y decía con voz aguardentosa: “espera, acabo de tener una idea, con esto si te vas a enamorar de mí” y me volvía a orinar…

- No mames, ya me dio asco, ya cállate –interrumpió el Pirra– además eso no va a pasar no seas pinche exagerado.

- Cuando se ponga peda y me quiera besar te la voy a echar a ti wey, vas a ver.

- Hey, momento ¿cuándo has visto que el padrote se vuelva puta?

La charla continuo por los mismos rumbos interesantes con que comenzó hasta que llegó la invitada especial.

Hola corazón ¿qué milagro que te dejas ver, o te enojaste con la bruja esa? –dijo radiante Queta.

Más o menos –contestó Jorge.

Bueno, pus yo los dejo –dijo el Pirra mientras se levantava- tengo que ir a cobrar unos tenis que le vendí al Walo.

No mames Pirra, no te vayas, orita nos vamos en un rato –dijo Jorge presagiando una catástrofe.

No seas tan obvio corazón si no quieres quedarte conmigo solo solo dilo, no tienes que ser tan grosero ¿o será más bien que me tienes miedo? –dijo Queta con tono de fingida indignación.

Mira Queta yo no te invité, si quieres estar aquí es por tu voluntad y no te tengo miedo –contestó Jorge muy serio.

Nos vemos luego –dijo el Pirra mientras salía.

Hola Negrito –dijo Queta ignorando el último comentario de Jorge- tráeme dos cervezas frías porfitas.

Hola Queta, aquí estan las cervezas, yo solo las vendo, no las sirvo –dijo secamente el Negro.

Las rondas pasaban más rápido que los minutos, las risas de Queta se habían vuelto más despreocupadas y ruidosas, ya caminaba muy irregularmente y costaba trabajo entenderle lo que decía.

- Ya me voy Queta –dijo Jorge cuando regresaba del baño- ya es tarde y me siento borracho.

- No seas así, no te vayas, orita nos vamos juntos –dijo Queta con dificultad.

- No te voy a llevar a tu casa y mucho menos voy a entrar en ella, mejor olvídalo y luego nos vemos, y por favor no insistas, ya pagué esta ronda –dijo Jorge de corrido.

- Espera tantito, esta bien, eres bien mamón, te sientes la última coca del desierto, pero de todos modos te quiero, no seas malo, solo dame un beso y ya te dejo ir –dijo Queta con fingida resignación-

- Ya vas a empezar ¿cuántas veces te he dicho que entre más necia te pongas más me hacer encabronar? Abusas de que soy un caballero y no te puedo reventar un madrazo –dijo Jorge claramente enfadado.

- Solo faltaba eso maldito bastardo, que a parte de humillarme me pegaras, pendejo ¿quiénte crees? ¿Luis Miguel? –vociferó Queta- te pido un beso y ya me quieres cachetear malnacido.

- Ya cálmate chinga, baja la voz, tranquilízate y suéltame, no mames Queta, te alocas bien cabrón…

- No me digas que me calme animal, y no me digas lo que tengo que hacer solo dime si me vas a dar un puto beso sino no sabes de lo que soy capaz –dijo Queta amenazante.

- Esta bien, tranquila –dijo Jorge recordando sus pesadillas–, pero vamos para allá, por el baño, porque acá hay mucha gente.

Jorge no tenía intención de entrar al baño quería que todo fuera breve, pero se vio arrastrado literalmente hacia el interior del baño.

- Maldita sea Queta dijiste que solo era un beso– dijo Jorge atropelladamente

- No sea maricón, ya estas aquí –dijo Queta mientras le quitaba la playera con premura.

- Ya estuvo, aguanta, no van a ver –dijo Jorge sin poder detener las manos de Queta.

- No te hagas del rogar si también quieres –dijo Queta convencida.

- Nel, no mames, ya estuvo, estas loca como una cabra, ahí te ves –dijo Jorge mientras, en un solo acto, agarró su playera, se abrochó el ziper y salió del baño, la playera se la iba poniendo por el camino– mierda, está mojada de sabrá Dios qué.

- Maldito maricón, vete a la mierda– gritó Queta desde el baño.

Parecía que iba a ser un fin de semana largo, ya era la segunda vez en el día que lo mandaban a la mierda, tal vez eso era lo mejor, irse a la mierda, pero cabía una pequeña duda: ¿dónde estaba la mierda? Caminó hasta su casa, hacía frio y se sentía más con la playera mojada de orines.

Un relato de Kaguatrón

Ta madre, fue lo único que pudo decir, se llevo las manos a la cara, el corazón le latía apresuradamente, parecía que se le iba a salir del pecho, se sentó en la orilla de la cama y permaneció varios minutos mirando el suelo de la habitación. Hacia varios años que no tenía esa horrible pesadilla, pero esta vez fue diferente.

8 años antes

Orale pinche mai no mames, vas bien recio, ya estoy muy pedo, no puedo seguirte el paso: decía Kaguaman con una voz que mostraba asombro, angustia y admiración. Ándale pendejo pareces una nenita y no el futuro superhéroe nacional, apenas llevamos 4 güamas y estoy dejando que entre cada una tomes 30 segundos de aire, nos faltan otras 6. Era una de las clásicas sesiones de entrenamiento de Kaguaman, pero en esta ocasión en especial Kaguatron se mostraba mas desesperado con el desempeño de su pupilo y lo presionaba de manera especial, sentía que ya no le quedaba mucho tiempo para terminar el entrenamiento o por lo menos eso parecía, Durante los dos últimos meses Kaguatron había tenido la misma horrible pesadilla cada noche, estas pesadillas parecían la señal inequívoca de la próxima aparición de unos de los enemigos más terribles para cualquier superhéroe, “El Revienta güevos” .Se trataba de un enemigo milenario, un pequeño duendecito cabrón que se aprovecha de la situación emocionalmente endeble de los superhéroes para atacarlos, vive en el subconsciente del colectivo superheroesco, se le puede mantener a distancia cuando el alma se encuentra sin miedo y duda, el superhéroe esta siempre viviendo al limite, por eso cuando aparecía la duda y el temor en el alma de algún desgraciado, este pinche enano salía de la oscuridad para manifestarse. Kaguatron sabia de este horrible ser, gracias a los antiguos textos que tenia en custodia, estos se los habían proporcionado los últimos monjes de una secta casi desaparecida llamada “Los Voladores de Apan”, esta secta tuvo sus orígenes en Apan Hidalgo, donde producían una bebida que: con la guía adecuada podía mostrarte los secretos del universo, en épocas anteriores tenían centros de culto donde preparaban a los futuros monjes, pero como era una preparación muy difícil pocos llegaban al grado máximo de conocimiento, estos centros eran conocidos popularmente como pulquerías, con el paso de los años estos centros del culto prácticamente desaparecieron y los monjes junto con su brebaje místico fueron relegados a las zonas más oscuras y putrefactas de las zonas marginadas, fue en uno de estos lugares donde Kaguatron los encontró; serían cerca de las 10 de la mañana, había tenido una batalla muy desgastante contra las fuerzas oscuras y ahora buscaba un poco de descanso y algo de cerveza para recuperarse, sin saber como llego a las orillas de una vieja vía del tren, basura y suciedad por todos lados, a unos 20 metros un canal de aguas negras que con sus olores fétidos completaba el paisaje, en esta zona se ponían puestos de chácharas, percibió el olor de alguna bebida fermentada y se aproximo lo más aprisa que pudo, entro a algo que parecía ser una improvisada casa de campaña echa de hule rojo, entonces los vio como en sueños, eran 3 ancianos que portaban un sombrero de paja, cada uno llevaba un pequeño morral de ixtle que guardaban celosamente entre sus manos, estaban sentados en forma circular, cuando lo vieron entrar se quedaron callados mirando fijamente al intruso, lo último que pudo decir fue: pasen algo pa cúramele no sean..., y se desmayo. Lo demás que recordaba eran pedazos de conversación entre los ancianos que con una jicara le daban de beber de una extraña bebida viscosa y luego le hacían preguntas a las cuales el respondía con tanta elocuencia y determinación que los ancianos quedaban pensativos. Varias horas después despertó y uno de los ancianos le dijo: eres el elegido, le entrego los morrales que los viejos tenían en sus manos cuando los vio por primera vez, - estos morrales contienen los libros del conocimiento superior, un conocimiento mas allá de tu comprensión, estúdialos y consérvalos, recuerda siempre contar con la guía del brebaje místico para el estudio de los libros, cuando estés listo regresaremos-, se retiraron sin mirar atrás, Kaguatron que no tenia idea de que estaba pasando se sentó en un tabique que encontró y paso varios minutos hojeando los libros, conservo y estudio los libros de cuando en cuando, en estos libros había leído sobre el revienta güevos. Nunca se había tomado tan en serio los libros además no creía en los demonios que atacan el alma y menos en un puto duende de medio metro de altura que se cuelga de los huevos hasta que los revienta.

Ya estuvo pinche Kaguatron ora si te estas manchando, qué te pasa guey?, mira pinche Kaguaman, te voy a decir la neta, voy a dejar el negocio del salvar el mundo y tal vez esta sea tu última lección, por eso quiero que te pongas chingón antes de que te deje solo. Por qué dices que te vas del negocio y por que dices que va a ser mi ultima lección?, afloja, no me dejes con la duda.

Voy a dejar el negocio por que he empezado a sentir miedo y no estoy seguro sobre este pedo de salvar al mundo, me siento cansado y tengo una nueva ilusión en la vida, no espero que lo entiendas, en realidad yo tampoco lo entiendo bien, solo espero que sea lo mejor para mi. Y tal vez sea tu última lección ya que esta noche planeo pelear con el enemigo más poderoso que he conocido, se le conoce como el “Revienta güevos”, el pedo va a estar así, el monito solo se aparece en los sueños y cada noche te da una madriza, cuando ya te tiene muy madreado sale de tus sueños y se te cuelga de los guevos y no te suelta hasta que los revienta y puesto que ya estas muy putiado ya no pones resistencia, pero hay otro modo de sacarlo de los sueños, si logro agarrarlo de la cola y en ese momento despierto aparecerá y estará expuesto, el maldito no soporta las cosas dulces, así que tu estarás listo con un galón de perfume que usa tu carnala, ese perfume de avon que huele a conserva de frutas, lo rocías con esa madre y el maldito ya no regresa, cómo ves, te late o le barres?.

Lo que no me late es lo de que dejas el negocio, pero es tu decisión y la respeto y sobre el duendecito no hay problema, tu lo sacas y yo lo baño de dulzura.

Te espero en la noche en la Kaguacueva, no me mayas a dejar solo mañana me encuentras en calidad de eunuco, seee no hay pedo al rato caigo.

Eran las 10:35 de la noche cuando Kaguaman llego a la kaguacueva. Revisemos el plan: me duermo y cuando grite Kaguaman, en ese momento me despiertas quemándome con el churro de mota, si todo sale bien el duende va a aparecer y justo en ese momento le vacías el perfume, entendiste cabron?, si ya entendí no mames, pinches instrucciones hasta mi mascota las entiende, no creo, no entiendo como quieres tanto a ese pinche Korqui, lo toleras tanto que me da miedo que un día lo hagas tu discípulo, pero en fin, ese será tu pedo.

Kaguatron se tomo una caguama de un sorbo, le dio un toque al churro de mota y 5 minutos después estaba dormido, a las 11:40 aproximadamente comenzó a convulsionarse, kaguaman tuvo la idea de despertarlo, pero recordó las instrucciones, “cuando grite kaguaman” pasaron 10 minutos de mucha tensión donde solo había manotazos y mentadas de madre, por fin se oyó un grito desesperado, “Kaguamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan”, Kaguaman lo quemo con el churro de mota y en ese momento despertó Kaguatron, de entre sus manos apareció la cola de un pequeño duende, mas que duende era como demonio, su color era negro, la piel lisa y resbalosa, un aliento fétido, unos dientes muy blancos todos en punta.

El discípulo quedo impresionado con la imagen y no reaccionaba, la mirada del duende se clavo en los ojos kaguaman, no podía moverse, la mirada del duende lo tenia encantado.

Órale pendejo luego te lo presto para lo admires, échale el perfume que el guey se suelta, el grito de Kaguatron había sacado del trance a Kaguaman, inmediatamente lo roció con el perfume, el duende se retorció y aulló desesperado, entonces poco a poco fue desapareciendo lanzando una mirada desafiante a Kaguaman.

Casi me da en la madre este pinche enano, pero por fin lo regresamos a su mundo, ahora estoy tranquilo por que se estas listo para salvar al mundo y seguir solo.

Ahora 8 años después el enano castroso había regresado, durante este periodo Kaguatron se había convertido en una persona común y corriente pasaba desapercibido ante los demás es como si se hubiera convertido en nadie, era curioso que la ilusión que lo había motivado a dejar la liga de la Kaguama ahora lo tenia desilusionado, pero sentía de nuevo esa chispa, esa necesidad de la Kaguama, comenzaba a sentir la vida en su interior.

Pero el recuerdo de la pesadilla no lo dejaba, hace 8 años cada vez que el enano aparecía era madriza segura, pero esta vez paso de largo y eso lo tenia inquieto, pensó que el enano ya no quería problemas con el ya que una vez lo había vencido y tendría intención de pasar un mal rato nuevamente.

De pronto un recuerdo le vino a la mente, antes de desaparecer el revienta guevos lanzo una mirada desafiante a Kaguaman, eso es pensó: la nueva victima era Kaguaman, a pesar de que había participado en la derrota del duende, nunca había peleado con el enano y no conocía todas las marrullerias y marranadas de que era capaza el enano, además, había una platica que había tenido con su discípulo 2 semanas antes que le había parecido muy curiosa.

Se me hace que te estas enculando pinche kaguaman, es la primera vez que me hablas de una piel más de media hora y no has mencionado la palabra tetas o culo y en cambio me has dicho palabras como química, conexión, magnestismo, estas bien raro cabrón.

Pensando sobre esta conversación se dio cuenta que kaguaman podría estar experimentando algo de duda en cuanto a su oficio y en ese estado sería presa fácil del revientaguevos.

Salió corriendo a advertir a kaguaman sobre el posible ataque del enano, en el camino le surgió una preocupación que se iba convirtiendo en una angustia muy profunda; cuando Kaguaman lo ayudo a vencer el revientaguevos estaba en la fase final de su preparación como superhéroe, y actualmente Kaguatron estaba tratando de despertar de un letargo de 8 años, se hizo una pregunta que le heló la sangre y por primera vez en muchos años se sintió muy preocupado por Kaguaman ¿Estaba preparado para ayudar a Kaguaman en su lucha?

Un poco de sexo loco en dos partes

El deseo

Un trago más, tras una larga y reflexiva bocanada de humo. Ya me dolía la garganta, pero así era siempre que fumaba bebía en grandes cantidades. Cruzó una mosca cerca de mi nariz, pasó sin pena, con calma de mosca ¿cómo haría aquél insecto para cojer? ¿Lo gozaría? ¿Qué tanto? ¿Le gustaría que le dijeran perra mientras la montaban? Nunca había visto a una mosca hacer el sexo oral. En cambio los perros eran diferentes, ellos se lamían su cosa y parecía gustarles. Era mal asunto que la mayoría de nosotros, los humanos, no alcanzáramos a hacer lo mismo, eso era privilegio de unos cuántos, de aquellos que podían poner sus píes en sus hombros, de cualquier modo esa posición le quitaba lo sexy al asunto. Bebí otro sorbo, y la mosca volvió a pasar, esta vez de regreso, no parecía tener ganas de follar. Sería curioso que hubiera un aparato para detectar cuando una mujer tiene ganas de follar, es decir, hay muchas formas de saberlo, pero se corre el riesgo de que al intentar averiguarlo gane alguien un buen puñetazo en la nariz, pero lo del aparato era mucho mejor, debería tener un foquito discreto color fucsia que prendiera cuando detectara alguna hembra con ganas, y uno se las arreglaría para dar en el punto. Quedaba sólo la tercera parte del vaso, era triste ver cómo se terminaba la cerveza, se iba como la vida, pasaba rápido y te dejaba un sabor amargo en la boca y una sensación de estupidez eterna, así era la cerveza, justamente como la vida, y ambas se estaban acabando. Lo verdaderamente triste es que no sabemos con certeza si tendremos otra oportunidad, ni si habrá más cerveza, en aquella ocasión, no habría más. Alargué lo más que pude la agonía del contenido del vaso y completé con tres aspiraciones profundas de nicotina, alquitrán y bióxido de carbono, hasta sentir un sopor de niebla en la vista, ahora si estaba listo. El vicio del cigarro era estúpido, uno iniciaba por imitación, continuaba por aceptación social, llega uno a pensar que fumar ofrece estatus, y termina como un idiota sin poder dejar el vicio, no se siente nada parecido como con la droga, es molesto, huele mal, y por si fuera poco, cada honda aspiración es una violación, literalmente hablando, de las entrañas, quizá sólo ese sea el único atractivo de tal vicio, después de todo también es un vicio sexual, todo vicio es sexual. Caminé a mi pesar, sin dinero y sin cerveza, rumbo a casa de alguien que me esperaba, era la otra opción, igual de buena que tomar cerveza, pero ir de un lado a otro para alguien que ha nacido viejo es cansado, uno prefiere estar mucho tiempo en un solo lugar, que las cosas vayan a uno, algunos llaman a eso pereza, yo lo llamo desencanto. En fin, me esperaban un hermoso par de piernas, y dos redondas nalgas duras de superficie suave. Ocasionalmente era agradable platicar con ella, cuando respiraba para hablar. Se agitaba ligeramente, con cierta cadencia cuando hablaba rápido, mientras yo fingía poner atención y miraba sus senos redondos y me imaginaba besándolos. Le gustaba platicar de cosas interesantes, de la educación, de los prejuicios morales, de lo tontas que eran sus amigas, los estúpidos que pueden ser los hombres cuando no comprenden que las mujeres son humanos con derechos y obligaciones como cualquier varón, en fin, de muchos de esos temas de moda, lo cierto es que a mí nada de eso me interesaba, pero tampoco podía decirle porque se sentiría ofendida y quizá sería capaz de negarme un buen palo. Sin embargo era agradable escucharla, me divertía un poco, cuando descuidaba mis gestos o soltaba involuntariamente una risa ahogada, de inmediato preguntaba el motivo de mi risa y yo tenía que fingir el motivo, creo que en el fondo ella sabía que todo lo que me decía lo más que me causaba era risa, sin embargo, no hay nada mejor para algunos espíritus que las mentiras piadosas. Cuando ya tenía ganas de pasar a lo otro me fingía cansado e insinuaba con algunos gestos de impaciencia que era hora de irme y de inmediato se acercaba y procuraba el primer contacto físico, después de ese primer paso todo fluía como dinero sucio en oficina de gobierno. Esta ocasión no era diferente. Me preguntaba cómo es que lo podía hacer, en muchas ocasiones, bastante ebrio. Las ganas parecían estar de vacaciones, iba pensando en aquello que iba a hacer, si, pensando en aquello que nadie piensa. El acto del sexo se desea, no se piensa y yo iba pensando en él. Estaba pensando en penes y en vaginas, en particular la que iba a visitar, pensaba en ello como si estuviera haciendo un recuento de los últimos sucesos geopolíticos militares. Llegué a mi destino y abrió quien yo esperaba. Usaba una falda ligeramente arriba de la rodilla, la prenda de abrazaba delicadamente las caderas, caía ligeramente en el final de las nalgas, donde empiezan las piernas, era un bonito cuadro y hasta el momento sólo eso. La plática no tardé en empezar, esta vez versaba sobre los degenerados que le dicen cosas en la calle a las mujeres., escuché algo que no recuerdo por cerca de 15 minutos, pero esta vez no tenía ganas de hacerme el difícil para que ella tomara la iniciativa, tampoco tenía ganas de empezar yo, tenía ganas de leer, o de ver un programa estúpido en la televisión, o quizá de lavar trastes, no lo sabía, pero si sabía que no quería estar ahí, el deseo estaba ausente, no lo veía ni sentía por ningún lado. Ella lo notó y supuso que estaba enojado, o ebrio, o las dos cosas y desvió la plática hacia mí, pero tampoco tenía ganas de contestar, ni de hablar con ninguna mujer, tampoco con ningún hombre. Entonces se acercó y me empezó a acariciar los brazos, luego la espalda. Tampoco tenía ganas de ser acariciado, sin embargo no la detuve. La sabiduría oriental creía encontrar en la paciencia una de las mejores virtudes humanas, pero estaban confundidos, no era la paciencia era la expectativa hecha actitud, no es lo mismo, una actitud expectativa supone apertura total al infinito y la paciencia sólo es la tediosa virtud de esperar algo presupuesto, es decir, si sólo fuera paciente, entonces hubiera esperado pacientemente a que ella se cansara de acariciarme sin ser correspondida, pero la actitud expectativa suponía que podía pasar cualquier cosa, desde darle una bofetada hasta que me enterneciera tanto que le pidiera matrimonio. Ahí estaba, expectante de lo que aconteciera, después de los brazos y la espalda, siguió acariciándome, está vez la nuca –una zona que ella sabía que me ponía como un loco-, bajo la mano de nuevo a la espalda y de ahí fue a mis nalgas, ahí se quedó largo tiempo, yo me empezaba a aburrir cuando, repentinamente tuve una extraña y espontánea sensación que me sugería que estaba a punto de pasar algo extraordinario. Pero sólo fue una sensación fugaz, de inmediato volvió el aburrimiento a mi cabeza, esta vez acompañado de algo de fastidio, ella pasó de mi trasero a mis piernas y luego a la entrepierna, lo siguiente que pasó lo contaré en primera persona, sin embargo, cuando lo recuerdo me perece estar viendo escenas de una película de la cual yo no fui protagonista. Pues bien, di un paso atrás, y de un revés en la cara la tiré a la cama. Ella no acababa de salir de su estupefacción, y estaba a punto de empezar a sollozar cuando me le encimé tapándole la boca mientras le mordía el cuello con cierta cadencia. Se quiso resistir, pero yo ya no podía responder por mis actos, estaba furiosamente excitado, y de alguna manera ella lo percibió, y al principio con miedo, pero cada vez más convencida se fue dejando llevar por mis arrebatadas caricias.


El deseo (parte II)

Definitivamente no me iba bien el papel de galán porno, me empecé a sentir mal, como al principio. En realidad yo nunca había obligado a nadie a hacer algo, incluso era modesto en mis insistencias. Toda esa historia de mi vida abúlica pasó en un segundo, el tiempo justo para incorporarme repentinamente y dirigirme a la puerta con intenciones de irme. Iba a medio camino entre la cama y la puerta cuando un estruendo como de vidrios rotos sonó atrás de mi oreja. Al momento sentí que algo caliente me escurría por el cuello. Esta vez la situación era diferente, una cosa era que jamás obligara a alguien a follar conmigo y otra que una perra me rompiera un vaso en la cabeza por que me dio hueva hacerlo. Pues bien, como decía, esta vez fue diferente, me limpié la sangre con del cuello con una mano mientras la otra se retraía como resorte para dirigir un derechazo, sin embargo, me pareció un gesto muy burdo para tanta delicadeza de la dama, porque, después de todo, había que reconocer que reventarle un vaso en la cabeza a un tipo por despreciarla, era un gesto, de absoluta sinceridad, además animado por el más puro sentimiento de fiereza sexual, entonces cambié de rumbo la mano que se dirigía a su rostro, esta vez se posó en un seno, primero la apretó un poco, pero después lo acarició, y a su vecino. Ella estaba espantada, cuando vio la sangre en mi cuello y en mi mano, justo cuando me dirigía a ella con un mohín desarreglado, y ahora sólo veía mi mano, absorta, sin saber qué hacer. No importaba ya si sabía o no qué hacer, de cualquier forma yo iba hacer todo, sentía cómo me hervía la sangre de un furor erótico, una verdadera rabia sexual. Había viajado del extremo de la abulia e indiferencia erótica y, quizá, hasta existencial, para instalarme en polo contrario, el de la erección que amenazaba con estallar el que deseaba apagar con semen el desenfreno de la concupiscencia. Ésta vez mi mano la tomó con fuerza, con una mano con las venas henchidas de sangre, la tomé de la blusa y la arrojé violentamente a la cama, pero cuando ella iba en vilo, jalé de la blusa, de modo que ella quedó tendida en la cama boca abajo, y sin blusa. Mis ojos centellearon de lujuria al ver la espalda semidesnuda. Con la mano que tenía sangre le acaricié la espalda mientras apoyaba mi virilidad furiosa en ella despacio pero firme, no le permitía hacer ningún movimiento. Me preguntó con una voz cuyo tono fluctuaba entre la sorpresa y la teatralidad “¿qué me haces?”, como si no lo hubiera provocado ella, después de todo no había mujer alguna en el mundo que tuviera más contacto simultáneamente con el cielo y el infierno, en ese momento, su carne, objeto de mi deseo era diabólicamente ingenua, sólo su carne. Le mordí la espalda hasta donde perdió su nombre, continué más abajo, quería moverse, pero era demasiado tarde. Yo seguía sangrando de la cabeza y gruesas gotas le caían en las piernas. No podía moverse porque estaba sentado en ella mordiéndole sus pantorrillas. Ya percibía su olor a maldad, su sexo ya estaba en plano contubernio con mi deseo, de ella no sabía nada, no obstante en ese momento ya no importaba. Me levanté un momento para limpiarme la sangre que me había escurrido hasta los ojos, y sin dejar de poner la mano en su espalda, aproveché para quitarme el cinturón y pasé sus dos manos hacia la espalda. Hizo el intento fingido de resistirse, pero bastó un poco de más fuerza para dejar el teatro a un lado, le amarré ambas manos a la espalda. Le quité lentamente la falda mientras ella decía algo que no recuerdo. Yo seguía sangrando profusamente, el ambiente estaba impregnado de olor a sangre y deseo. Estaba mareado. Probablemente toda la sangre se aglutinaba en mi cabeza y se atropellaban los torrentes para salir mediante la herida, sin embargo, la erección estaba neciamente estoica, literalmente parecía un pedazo de piedra, con la diferencia ontológica de la sensibilidad extrema. Hubiera querido salirme sin mi cinturón, y así evitar esta vez, quizá el florero que estaba en la mesita de centro, pero un impulso que estaba fuera de mi jurisdicción me llevó a desnudarme. Ella seguía diciendo cosas, perjurios y obscenidades de varios tipos y en varios tonos, parecía disfrutar más cuando decía todo eso, yo no escuchaba, estaba muy mareado y jadeando, recuerdo claramente el tono lascivo en que declaraba su pasión por la situación. Como el verdugote da gusto a un condenado cuando le dice que descargue de una buena vez su hacha, así me abrí paso entre sus piernas y nuestros aullidos se confundieron, el placer había mudado de naturaleza, ahora era dolor. Aquella erección descomunal era ahora una fuente interminable de dolor y remolinos de concupiscencia. Iba y venía con la intención del infinito. Cada vez que regresaba notaba que no había sido suficiente y arremetía con más fuerza, su espalda estaba totalmente roja y ya le escurría sangre entre las nalgas, de modo que miraba sangre por todos lados, entraba y salía de ella. Acerqué mi boca a su espalda para morderla y hacerla partícipe de mi dolor y furia, y la Reciprocidad, la madrina de los amantes, me devolvió gemidos ahogados y violentos espasmos, ella se sacudía hecha sin voluntad alguna, era una masa de apetitos desordenados. Yo sólo veía un cuerpo rojo moviéndose violentamente al ritmo en que mi furor golpeaba mi pelvis contra sus nalgas. No supe si ella no hablaba ya, o yo no escuchaba nada, pero los músculos de mis piernas se contrajeron como si fueran a reventarse de esfuerzo, mi abdomen me obligó a emitir un gemido de dolor y la vista se me nubló. Sentí como todo se volvía blanco y una ansiedad que me había estado haciendo sufrir me abandonaba, después de haberme ultrajado. A todo ello vino la paz y varias horas de inconciencia. Cuando desperté, estaba desnudo con una venda en la cabeza, y solo. Me vestí, tomé un billete de 100 que estaba en la mesita de centro y salí del lugar, la mascota de la casa, un rott wailer, se acercó y me olisqueó con indiferencia. Salí de la casa sin saber aun lo suficiente de mí. Aun tenía sangre en las manos. Me dirigí a la chulería del negro a reflexionar sobre lo que había pasado.

La imponente cazadora

Se parecía a Ken Norton. Grande, espalda amplia, cabello largo, brazos musculosos, fuertes piernas y caderas pequeñas y escondidas. Aquél legendario apoyador de los 49’s de San Francisco se hacía presente en todo su poder junto con su ilustre retoño, Ken Norton Jr. Sin embargo, algo la hacía diferente. La exquisita y sutil sugestión con que interactuaba con sus víctimas era tan proverbial como las mejores hazañas de Tony Kamo. En ocasiones creemos que lo único que existe es lo que se ve, y no existe error de confianza tan grave como ese porque hay una parte de la vida que la mayoría quiere ignorar, pero con eso duerme, come, sueña, camina, piensa, anhela, caga y vive todo el tiempo, es una parte que ni se ve, ni se oye, ni se huele, pero todo el tiempo se siente. Algunos le dicen sentimientos, Sábato le llamaba verdadera realidad metafísica, Russell decía que Sócrates no hubiera sido el mismo sin creer en la vida después de la muerte, Freud hablaba de complejos, pero Corina lo usaba como forma de vida, parasitaria, desprovista del sentido moral. Como una sanguijuela que vive de la sangre de quien se deje. Hablaba calmadamente y miraba a los ojos, sabía qué ibas a decir dos frases antes de que lo dijeras. La vieja costumbre vital de la cacería, ella la había convertido en un arte. Acechaba con amabilidad, como la más sofisticada de los cazadores, con decencia. No recuerdo ningún comentario propio o ajeno, incluso de sus propias víctimas, que aludiera a su indecencia con tono de queja. Atenta, educada, interesante son adjetivos que le sentaban justamente pese al cuerpo de apoyador de los 49’s de San Francisco. Camisa a cuadros las más de las veces, por fuera, zapatos todo terreno y mirada de James Dean. Alguno se preguntaba los motivos de su atractivo. Todos sabíamos la respuesta, pero a nadie le gustaba mencionarla, por eso nuestro homosexual interno callaba mientras las manos de Ken Norton acariciaba nuestras caderas ¡Vaya que lo hacía!

Algunos pensaban que el pretexto de la borrachera los salvaba de los incovenientes morales. Nada más falso. De uno u otro modo Ken Norton había leído mil veces “El diario de un seductor” de Kierkegaard. Bastaba con que mirara con ojos selectivos el siguiente y su destino podía considerarse trazado. Súper-Cori, amigo mío, y aliado de la liga de la Kaguama bien lo sabía. Alegaba problemas de memoria, pero el destino lo bendijo con un encuentro cercano. Si el exceso de alcohol truncó las sinapsis encargadas de la retención de información, alguna huella en su alma fue testigo de la eximia experiencia.

Cartón y medio de caguamas y Corina cerca fueron dos razones inextricablemente unidas que Súper-Cori tendrá que contarle a su terapeuta. Ya era tarde, el piso se movía mucho, los carros parecían andar en parejas, las personas actuaban raro, como si tuvieran problemas con la espalda, como si fueran decentes. Súper-Cori iba al Cori-Cuartel, caminando trabajosamente en sus dos pies, como le acababan de enseñar, cuando, repentinamente, le salió al paso un indigente que le pidió dinero. Le dio dos monedas y siguió su camino agradeciendo que no hubiera sido Corina. Toda la escuela estaba a la expectativa desde hacía dos días cuando un comentario emblemático y aterrador había hecho eco en las paredes lúgubres del edificio más alto y abandonado de la FES. Tal comentario, poco más o menos a la letra decía con estridencia metafísica: “este fin de semana cena Concha”. Nadie quería hablar del comentario porque nadie quería invocar a los demonios. Pobre Súper-Cori tuvo que salir a la hora de las brujas en el día menos indicado, y para colmo, borracho. Subió en cuatro pies el colectivo que pasaba cerca de su casa, y, cruel destino, se sentó justamente al lado de su perdición. La mirada que posee a un defensivo cuando un liniero ofensivo resbala o descuida a su orquestador augura una catástrofe acompañada de lujuria y desenfreno sádico. Corina estaba esperando a Súper-Cori, ya lo esperaba antes de que naciera. “Hola precioso” fue la frase que inició la hecatombe. Después, en palabras del propio Súper-Cori, la descripción adquiría especial lobreguez: “no mames, nadie puede resistirse con esa mirada ultra-cachonda y ese sex-appeal de físico-constructivista”. Algunos testigos circunstanciales decían con temor, como quien recuerda un asalto o un secuestro, que cuando Súper-Cori dormía y le caía saliva de las comisuras de los labios algo que parecía una lengua expandible como cuello de hamadrías de inmediato limpiaba el rostro completo del desafortunado muchacho. “Me enterneció tanto que me hizo recordar cuando la Verónica le limpió de misericordiosa pasada el rostro a Jesús” decía uno de los testigos. Se rumoraba, de alguna de las víctimas que no perdió la razón, que sentía como desde su estómago regresaba la comida del día anterior acarreada por una víbora, y mientras sus fluidos huían de él junto con sus últimas fuerzas un dedo lo auscultaba con el examen de la próstata. Nunca nadie dudó del destino trágico del Súper-Cori, pero tampoco se comentaba, se volvió una leyenda maldita que todos evitaban mencionar por miedo a las apariciones. A pesar de todo, algunas versiones soñadoras se dejaban escuchar por los más viejos de los viejos de nuestro pueblo. Unos decían que en el último momento alcanzó a huir rumbo al sur, que se internó en la selva Lacandona, y de pena y horror se convirtió en chango y olvidó el español, y que ya tiene muchos hijitos y se volvió jefe de la manada, todos lo obedecen mientras él come plátanos. Otra versión dice que cruzo el río bravo medio muerto y que lo recogió la migra para regresarlo a México pero lo confundieron con un Talibán porque deliraba y hablaba de grandes horrores y horribles masacres, entonces lo mandaron a Guantánamo donde todas las noches agradece que lo violen soldados gringos y no Corina. Hay quienes creen que una noche oscura y cómplice del mal, cuando pasaba la Llorona lamentando a sus retoños se le unió Súper-Cori a tan lastimero y horrible grito, y desde esa ocasión las mamás duermen a sus hijos con la amenaza de “si no te duermes va a pasar Súper-Cori y la Llorona te van a llevar”. Como sea que haya sido nadie recuerda aquella escalofriante historia sin al menos persignarse dos veces.

Aunque recibí muchas encarecidas peticiones y amenazas para no publicar este relato, mi afán por la verdad y la honestidad pese a cualquier circunstancia, junto con mi profesionalidad periodística y de escritor, me impelen a terminar esta historia con una confesión por pocos sabida y no menos sorprendente que el resto de la aventura. Nadie pensaba que lo volviéramos a ver pero una tarde, justo a la hora de las brujas, lo que parecía una fantasmal silueta familiar, a menudo que se acercaba se fue convirtiendo en lo que ahora era Súper-Cori. Con muchos esfuerzos nos reconoció, y después de diez minutos de ruegos para que no nos taloneara lo invitamos a pasar a la cabina, le ofrecimos agua y un poco de comida, que, por su rostro, parecía que no la frecuentaba. Había pertenecido algún tiempo a la guardia secreta de Jaser Arafat en Palestina, peleó en la guerra civil del Congo del lado de los revolucionarios, dio conferencias sobre autoestima en el Amazonas a una tribu de reductores de cabezas; todo eso había hecho con el afán de olvidar su tormentoso pasado. Traía un saco café raído por el uso, unos pantalanes grandes y un turbante, tenía al menos cinco kilos menos del peso que le correspondía. Le dimos un trabajo, le conseguimos una novia y lo alimentamos. Lo quisimos mandar a Oceánica, pero el presupuesto no daba para tanto, así que le dimos terapia, le pusimos un programa con una bella conductora, al programa le llamamos “La Cura”, en honor a su rehabilitación. El programa fracasó al poco tiempo y la bella conductora huyó del país, pero Súper-Cori volvió a sonreír. De Corina se dice que se refugió en territorios agrestes y que come carne de venado que caza con sus propias manos y que espera el momento preciso donde tenga que volver por alguien que haya elegido antes de nacer. Por el momento, el mundo aun está a salvo.