La tarde pintaba extraños dibujos en el cielo
Como los pecados escritos por Jesús en el piso
También me recordaban el diccionario de mis vicios
Y avancé al abismo de la desvergüenza y me arrojé
Con una piedra en cada mano, luego otras dos
Tiraba piedras al cielo con sincero reproche
Con el ingenuo cinismo de quien pide perdón
Por no haberse llenado antes las manos de sangre y lodo
Sucedió que la violenta plegaria regresó a mi cabeza
Como pesadas bendiciones, o como ásperas redenciones.
Entonces traté con más fuerza
Pero esta vez el dardo era
Que no subía muy alto, no obedecía
Nada le importaba y caminaba en círculos
O en una recta infinita, o sólo tres pasos
Dependía de la balanza comercial
O de los resultados de Serie Cart
Su ausencia era tan persistente que
La madre de
Que no era ni tierno ni misterioso
Era sólo aire saliendo de una boca, nada.
Y volví a intentar de nueva cuenta
Una plegaria, un novenario, tres misas y dos peregrinaciones
Cuando llegué a casa, extasiado de tanto fervor
Profundidad espiritual, rodillas sangrantes,
Dos buenas obras y tres indulgencias que gané en el camino
Sentado en el más incómodo reposet
Destapé la más amarga y fría de las cervezas que tenía
Como el cáliz amargo que Jesús pidió que fuera apartado de él
Y noté el sobre de un blanco poco frecuente
Era tan blanco que podría decirse que el sobre estaba recién confesado
Lo abrí y miré su contenido, decía:
“Recibí tus quejas. Estoy ocupado pero sigue intentando,
Eso te ayudará a no desesperar. Buen día. Dios”
Reí un poco de que la doble amarga ironía (aun más que la cerveza)
Que contenía el sobre fuera tan divino como breve
Y tan trágico como escucharle decir a Dios:
“Pobre tonto cree que tiene salvación”.
Cambié de destinatario y de arma
Esta vez sería un poema
¿A quién? A un hombre ¿A qué hombre? Al que ame
¿A quién amo? Al que yo quiera
¿A quién quiero? Al que mi voluntad señale
¿Acaso un yo desesperado tiene voluntad?
Reí un poco de mi desgracia y me puse a escribir
Sobre las flores, y bellos paisajes…
Tres bellos recuerdos, una hermosa metáfora
Algo de ritmo, algo de llanto y pequeñas raciones de patetismo.
Como aun no conocía ni hombre, ni mujer
Ni ser alguno a quien obsequiarlo
Decidí correr a la plaza a leerlo con voz en cuello
Acaso mi única preocupación era que más de alguno lo quisiera
No podría vivir con el remordimiento de causar una pelea
En tal caso haría otro, esta vez absolutamente dedicado
Y si alguien más quería, entonces haría otro y otro y otro
Quizá dedicara mi vida a hacer poemas y regalarlos
Eso redimiría algunas de mis faltas
Cambié la preocupación por mi futuro como fábrica de poemas
Y decidí ir a regalar el primero
Lo leí una vez con sentimiento y fervor, pausada y cálidamente
Volteé a esperar una mano estirada, quizá no sabían que lo regalaba
Pregunté con timidez y modestia: “¿Alguien lo quiere?”
Lo volví a leer con la misma pregunta posterior
Alguien pasó y me dio una moneda, uno más por ahí gritó:
“¡Ponte a trabajar!”
Desde entonces escribo poemas y los leo en público
Pero ya no le hablo a la gente
Ya no amo a los hombres
Ahora hablo de sus desgracias, y de las mías
Embarro mis fluidos en los versos
Y los deslumbro con la luz de mi pedantería
No tengo nada, la esperanza murió
Con el poema que nunca llegó.
Félix S.
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