viernes, 20 de agosto de 2010

Adagios

Para aquellos cuyo diagnóstico es la desesperanza

Para los que divisan el paraíso desde el túnel de la incertidumbre

en la espera del momento sublime del absoluto

Para los que se apropian del mismo paraíso y desembocan

sin remedio en el túnel que lleva al infierno

Adagios

En los recuentos de los sueños perdidos encontré un adagio que rezaba:

“¡La arrogancia es la madre de los vicios del yo!”

Escupí en la cubeta de mis delirios con las náuseas de la tristeza

El sol, tan simple como abstracto, brillaba de impaciencia

Los anhelos se evaporaban al capricho de Eos

Junto con la Nada que ya de por sí estaba ausente con la misma frecuencia

Del Siempre que coquetea obscenamente con un jarrón

¿O era un Platón?

“La razón es prima de la arrogancia” rezó un nuevo adagio

La turba destruyó lo construido, la turbación

Nadie quiere vivir en castillos de cristal, es mejor vivir en una perrera

La profunda animalidad se reconoce en el aroma a salvaje

Como quien se ve en un espejo de agua puerca

Que cuanto más puerco más verdadero

Un nuevo y perverso adagio impacientó a la Luna que tiritó de miedo

“La muerte acecha a los rebeldes” decía

Mientras se limpiaba los dientes de la carne cruda

“¡Un adagio que habla! ¡Valiente visión! Ahora sólo falta que un humano piense”

Dije con miedo de encontrar una máquina que sintiera

Enderecé el dorso del mi lecho de madera

Vomité hasta quedar nuevamente vacío

Sin miedo, sin fiambre sobre el Platón, sin lluvia que enchine la piel

Ni piernas ajenas en ritual erótico

El ciclópeo y eterno adagio sentenció:

“Lo impuro es lo que sale de la boca del hombre”

Y volví a engullir mis anhelos, mi miedo, mis delirios

Redimí mis faltas con el mundo matando a tres hipócritas

Sellé por fuera mi lecho de madera y lo enterré no sin derramar algunas lágrimas

Después jugué una partida de ajedrez (lo que quedaba

De mí) en honor al finado, sobre su tumba, como antaño, cuando jugaba con los muertos

Y los locos, los que hacen castillos de cristal, los que pierden los sueños

Y coleccionan reflejos perfectos

Como aquellos que bailan la danza de los inválidos

Bailan de manos y hacen las ecuaciones que diseñan los castillos con los pies

Lo único que les estorba es el corazón, pesa demasiado

Terminé la partida, y me despedí de mí y escupí mi propio adagio:

“Es que estoy loco, o estoy componiendo versos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario