viernes, 20 de agosto de 2010

Kaguaman vs Panthergirl


- La torta de milanesa estuvo de pelos –dijo Kaguaman.

- No me cambies el tema –apresuró la chica Pantera.

- No te cambio el tema, pero un estómago educado es aquél que agradece un buen aperitivo después de ponerle jorge al niño –dijo Kaguaman con un aire de satisfacción.

- Me tienes que llevar a mi casa, es lo menos que puedes hacer –dijo Panthergirl.

- Lo siento nena, eso está en contra de los mandamientos kaguamanianos –replicó Kaguaman.

- No seas así bombón, ya hicimos lo que tu querías ¿puedes ser tan desconsiderado como para no darme un pequeño gusto? –dijo con candor Panthergirl.

- Quieta gatita, en primera no te obligué, y en segunda también te gustó –dijo Kaguaman.

- Como quieras, pero no vuelvas a pedir estos labios –dijo Panthergirl mientras se mordía los labios.

- Vale pues, pero dejémoslo a la suerte –dijo Kaguaman algo contrariado.

- No, ahora ya no quiero, además, me traes a puros hoteles chafas –dijo indignada Panthergirl.

- No te calientes granizo, luego-luego te enojas, si te traigo a estos lugares es porque hay crisis en el país, yo quisiera haberte llevado al “Fiesta Americana Inn” y cuando saliéramos te llevaría en un Mercedes a comer al Restaurant “El Lago”, pero sólo alcanzó para una torta de milanesa con quesillo, el Kaguamóvil y el “Términos” de a 80 varos, sin embargo eso no quiere decir que no te quiera, anda no seas mala dejemos esto a la suerte, si gano dos de tres juegos de conquián, no te llevo y de todos modos nos volvemos a ver, pero si pierdo, te llevo, y de todos modos nos volvemos a ver –dijo Kaguaman con malicia.

- Acepto la apuesta, con una variante inamovible, si pierdes no sólo me llevas a mi casa, sino además te voy a presentar a mis papás, por supuesto en la sala de mi casa, y no creas que voy a sacar la sala, no, tendrás que pasarte y compartir un café con mi mamá mientras le hablas de nuestra relación, y cuando haya llegado mi papá, repetirás todo tu discurso, paso a paso, con otro café –dijo Panthergirl con los ojos brillantes de profunda maldad y oscuros deseos.

Kaguaman de inmediato palideció y su sangre bajo de temperatura al punto que gruesas gotas de sudor frío le bajaron por la espalda. En ese momento se imaginó como si tres negros de dos metros de ancho por tres de alto lo fueran correteando para violarlo, golpearlo, volverlo a violar y volverlo a golpear, antes de matarlo para volver a violarlo. Aunque la probabilidad de que Kaguaman perdiera contra la chica Pantera en conquián era tan remota como si un ejército de monos pudiera volver a escribir la Enciclopedia Británica, de cualquier modo el sólo hecho de suponer la situación en la que se encontraría si perdiese, le provocaba pavor. En la primera mano barajó y repartió Kaguaman y, aunque las cartas estaban marcadas, tuvo muchas dificultades para reconocerlas, parecía que Panthergirl sin querer las había ensuciado de aguacate y mayonesa cuando compartían la torta en el lecho de amor. Kaguaman estaba a una carta de ganar la primera mano, ya sabía que venía tres o cuatro cartas después de esta que ahora examinaba Panthergirl como si intentara descifrar para qué servía, cuando la chica gato bajó su juego, todo, completo, como si sólo hubiera esperado esa carta para bajar las nueves cartas concatenadas bajo las reglas. Golpe de suerte, no había otro nombre, Kaguaman reconocía a un tahúr a kilómetros, había crecido jugándose la lana de las tortillas y los huevos, ciertamente en ocasiones hubo que comer puras tortillas, pero en algunas otras hasta bisteces. Golpe de suerte para la chica. Era turno de Kaguaman. Barajó y repartió Panthergirl. Esta vez era mucho más difícil reconocer las cartas, la chica gatito no se había lavado las manos y llenó todas las cartas de marcas diferentes a las que Kaguaman había dejado para identificarlas. Cuatro reyes y cuatro caballos. Ocho portentosos varones esperando a cualquiera de las cuatro sotas. Dieciséis pares de testículos hinchados, sin contar con los de los caballos, esperando a cualquiera de las cuatro bellezas. Una carta más.

- No me digas que quieres a alguna de estas golfas Kagui –dijo Panthergirl mientras bajaba las cuatro sotas acompañadas del 3, 4, 5, 6 y 7 de bastos.

- Nooooooooooooooo… boicot!!! No es posible, tu si sabes jugar –dijo Kaguaman desesperado.

- Yo nunca dije que no sabía, lo único que me preocupaba eran tus cartas marcadas, pero el aguacate y la mayonesa lo solucionan todo –dijo sonriente Panthergirl.

- ¡Diablos! ¡Maldita sea! –se decía Kaguaman para sí.

- ¿Ya nos vamos mi vida? –preguntó Panthergirl con aires de triunfo.

- Seee, no más deja paso al baño –dijo Kaguaman en tono de fastidio.

Kaguaman era un tipo tan precavido que siempre guardaba un microrreceptor de ondas dos-tres marca acme, en la parte baja de su escroto, de modo que cuando estaba en peligro podía emitir señales de auxilio. De modo que se puso en posición como de auto-mamada y empezó:

- Kaguaman a Kaguaboy, responda Kaguaboy… pinche Kaguaboy ha de estar sobre el guayabo… Kaguaman a Kaguaboy, responda Kaguaboy… “deje su mensaje al escuchar el tono…” Espero que escuches esto lo más pronto posible Kaguaboy, estoy siendo secuestrado por la chica Pantera, me va a llevar a su casa a conocer a sus papás, tienes que ayudarme Kaguaboy, si huyo en este momento caerá sobre nosotros la ignominia de los deudores incumplidos, pero no creo soportar la otra ignominia, la de ver al super Kaguaman reducido a un ratoncito, tienes que ayudarme Kaguaboy, tengo que irme antes de que me descubra… -dijo Kaguaman cortando la comunicación.

- Vámonos cariño, pero antes contéstame algo ¿por qué caminas con tu celular entre los huevos? –dijo Panthergirl con ingenuidad.

- Este… es por si… es para cuando me hablen sentir rico de recibir una llamada –dijo Kaguaman algo confundido.

Llegaron a la casa de Panthergirl, era una fortaleza. La puerta única y frontal por la que entramos estaba resguardada por tres cuñados, tres hermanas, un pitbull y un tigre de bengala blanco de peluche. Tras la puerta había un amplio patio cuyo piso parecía estar manchado de algo, como color óxido. Al final del patio a la derecha estaba la entrada a la sala de interrogaciones. Tres sillones, dos amplios y cómodos enfrente de uno pequeño y evidentemente rústico, estaban dispuestos en la sala, entre los sillones cómodos y el rústico había una mesa de centro con café, azúcar, una tetera, tazas, Tehuacan, chile piquín, tres aprieta-dedos de hierro, una picana eléctrica y otros pequeños objetos que no podía distinguir bien porque la luz de los tres reflectores únicos del cuarto estaba dirigida al sillón solo. Escapar de aquél lugar iba ser más difícil que hacer una bomba de nitroglicerina con unos cerillos y una miada, como le hacía McGiver, en este caso necesariamente tendría que recibir ayuda.

- Toma asiento -dijo Panthergirl con fingida amabilidad.

- Aquí está bien, gracias –dijo Kaguaman desconfiado.

- Te recomiendo que te sientes porque vas a estar un buen rato aquí, y, por cierto, no uses los sillones grandes, debes usar el de honor –dijo Panthergirl con malicia.

Lo siguiente que pasó fue ininteligible para Kaguaman, sucesos cortados de escenas de tortura llegaban a su mente como recuerdos reales, con dolor y angustia, pero algo le impedía pensar con claridad, estaba como drogado, quizá aquella torta tenía mucho jitomate o la milanesa era milarguesa, no supo exactamente qué pasó desde que se sentó en la silla de honor y los reflectores caían con todos sus fotones sobre la cara de Kaguaman, lo siguiente que recuerda es que le ponían un papel enfrente y le decían que firmara. La alternancia entre los choques eléctricos en los huevos, el tehuacanazo y las canciones de la guaracha sabrosona hicieron de la situación una secuencia de recuerdos entrecortados, por ejemplo, más tarde, platicándole a Kaguaboy, cervezas de por medio, recordaba que le decían: “firma bastardo y vivirás feliz para siempre; columpio en el jardín, domingos por la tarde…”. Pasó así, en ese estado de semiinconsciencia y delirio, algunas horas que parecían meses, hasta que por fin llegó Kaguaboy al rescate.

- Ya vámonos pinche Kaguaman mira cómo andas –dijo Kaguaboy mientras ponía un brazo de Kaguaman en su hombro.

- Shoo… no ma… aguas caón, no entrés a la sala Kaguaboy… -decía Kaguaman en plena borrachera.

- Cállate ya wey, no mames, creo que te miaste… –dijo Kaguaboy disgustado.

- Neta caón, es el cuarto de tortura y esos weyes que ves ahí los tienen a base de… hic… toloache wey, por eso cuidan la puerta wey… hic, y aguas con el bulterri carnal es re bravo –decía Kaguaman con dificultad.

- Ya wey, andas hasta las chanclas… gracias señora, disculpe, hasta luego, y tu agacha la maceta –dijo Kaguaboy mientras subía a su maestro al kaguamóvil.

Algunas horas después y una jeta de por medio Kaguaman resucitaba sin muchas ganas de haberlo hecho, su cabeza amenazaba con explotar, traía los calzones al revés, estaba mojado como si se hubiera orinado y su celular más grande que un bolillo, lo traía extrañamente entre el culo y el escroto.

- No ma… ¿qué pasó caón? –preguntó Kaguaman aun mareado.

- No manches pinche Kaguaman hiciste más pendejadas hoy que Zedillo y Fox juntos en todo su sexenio –contestó Kaguaboy.

- Si recuerdo la mayoría wey, qué bueno que me salvaste, no mames, estuvieron a punto de plancharme… –dijo Kaguaman aliviado.

- Jajajajajajaja, no mames Kaguaman, salvé a tu vieja de que le dieras en su madre, dice la ñora, la mamá de tu vieja, que te pusiste a chupar con sus cuñados y que te pusiste bien loco, que decías: “yo no firmo ni madres pinches arpías, pero ustedes no saben quién soy yo…”, eso decías cuando la ñora te ofreció galletas en una servilleta, también dijeron que ya llegaste medio raro, que andabas medio ido, y es que se me olvidó decirte que la mota que nos vendió el Estoperol estaba mal curada ñero, ese puto la curó con thiner…

- No mames Kaguaboy te juro que era tan real… -dijo Kaguaman contrariado.

- Nel, lo que pasó fue que te pusiste bien trole con la mota del Estoperol y luego te acompletaste con las chelas con los cuñados, pero así te fue manito, jajajaja –se reía Kaguaboy.

La situación podría haber sido como Kaguaboy y las demás circunstancias indicaban, pero aun había varias cosas que explicar, por ejemplo por qué la baraja ya no tenía las marcas originales que Kaguaman les había impreso, y, analizándolas, las nuevas marcas eran de igual coherencia y orden como para que otro tahúr las usara, además tenía algunas quemaduras en los huevos que no correspondían al roce natural de un celular en el escroto, más bien las quemaduras parecían hechas por un aparato eléctrico. Tales razones encontradas hicieron desistir a Kaguaman de seguir investigando, por el momento, porque, de ser como sus instintos se lo indicaban, el mundo aun no estaba a salvo.

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